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lunes, 10 de febrero de 2014

Donde se habla de los bancos, las autopartistas, los clusters de empresas y de otras muchas calamidades

Domingo 02 de febrero de 2014 | Publicado en edición impresa

Entrevista con Aldo Pignanelli: "Los políticos tienen que entender que la economía hace pagar los errores a largo plazo". El ex presidente del Banco Central cree que la crisis actual no es económica sino "de conducción y liderazgo" y que hablar de desestabilización es "la excusa del fracaso político"

Por Juan Pablo De Santis  | LA NACION

“–Los economistas se presentan en los medios como "pronosticadores" o bien "traductores" de situaciones complejas. ¿Se identifica con alguno de estos roles?

–Tengo una ventaja que no tienen otros economistas, soy peronista y conozco el razonamiento del movimiento y qué se piensa en los diferentes sectores. Mi característica es analizar la realidad económica a partir de mi experiencia política y el conocimiento científico de la economía. Además, llevo pagadas más de 1200 quincenas porque también fui industrial y sé lo que es manejar una empresa en crisis y lo que es la economía real. Trato de aprovechar mi condición de profesor universitario y bajar el lenguaje económico al común de la gente.

–¿Aprender a pagar sueldos es una ventaja para conducir la economía de un país?

–No soy tan taxativo, pero te puedo responder con una anécdota. A fines de 2002 tenía una empresa autopartista en Lanús con 120 obreros. Era una empresa familiar que tenía mi tío y mi esposa la terminó manejando. Una tarde estaba en Basilea (Suiza), donde di un discurso sobre la situación argentina, cuyos oyentes eran todos los representantes del G-20 y el FMI. Cuando terminé sonó el celular, atendí y mi mujer me dijo que tenía tomada la fábrica porque no podía pagar la quincena. Le dije que lleve autopartes a los repuesteros a Warnes, junte cheques a 90 o 120 días, y luego los descuente en una cueva para pagar a los muchachos. En ese momento era presidente del Banco Central. A veces los políticos hablan de producción, pero no se dan cuenta de lo que se sufre al tener una actividad empresarial pyme en países como la Argentina.”

La anécdota es simpática y para los que hemos estado cerca de pymes, muy verosímil. Así son las cosas en ese medio. Ahora, examinemos este árbol para tratar de entender el bosque:

- Una empresa autopartista en Lanús con 120 obreros no es un tallercito. Podemos estimar su facturación, más o menos arbitrariamente, en más de 2 millones de dólares anuales.
Si bien no sabemos la historia y trayectoria de esta empresa, sí sabemos que la industria autopartista nació principalmente con la industrialización de los sesentas y setentas justamente en el cordón industrial del que forma parte Lanús, y el hecho de que Aldo Pignanelli la herede de un tío nos sugiere que esa empresa tiene décadas de funcionamiento. No es una empresa aparecida con recientes lazos con los bancos y el sistema productivo. Más probable es que sea una vieja conocida, que sus gerentes tuteen a los gerentes del banco local, que tengan cuenta corriente en todos los proveedores del barrio, que sostengan a los periódicos y radios del barrio y cuyas altas paredes sean parte del paisaje urbano desde siempre.  
Los problemas de esta empresa no son porque se trata de un emprendimiento sin la escala o la trayectoria necesarias. Antes bien, si esta empresa tiene problemas… ¡agarrate Catalina…que vamos a galopiar!
Los clusters productivos o conglomerados de empresas se destacan por su capacidad de actuar coordinadamente ante problemas de coyuntura. El sistema productivo dentro del cual se inserta esta empresa no está funcionando bien. A los fines prácticos, es como si estuviera en el medio de la Patagonia, a cientos de km de la civilización
  
- Es inimaginable un sistema económico medianamente operativo en que los bancos no sean los proveedores de liquidez ante situaciones de emergencia. Pero no: la solución se encontró recurriendo a clientes, a los que tentaron con ofertas que degradaron la política de precios y la de flujo de stocks que hubiera habido y pidiendo favores que se terminarán pagando con una libra de carne. Como los proveedores prefirieron entregar cheques a dinero, digamos emitir moneda propia a entregar la escasa que tienen, hubo que recurrir a otro agente económico…las cuevas.
Las cuevas son bancos fuera del sistema financiero, que al margen de la ley y dentro de los agujeros de las regulaciones y los organismos de control ocupan su nicho vital. Como los prostíbulos o los desarmaderos de autos robados, nadie declara usar de sus servicios pero subsisten lindamente. Las comisiones que cobran estos agentes del sistema financiero son mucho mayores que las del sistema legalizado, de otro modo no tendrían razón económica para  existir.
O sea, la operación de “rescate” no fue barata: se perjudicó el flujo productivo futuro, se perjudicó la política de precios, se aumentó el costo financiero y haber llegado a ese punto aumentó la conflictividad futura con los obreros.
Todo esto es causado por un sistema financiero disfuncional. Y es un interesante detalle que la víctima sea quien tiene a su cargo la regulación de dicho sistema.

- La relación entre la empresa y parte de su personal no era precisamente “toyotista” (De qué just in time hablar cuando no pueden ni pagar la quincena a tiempo…) y nos recuerda a tantos episodios de piquetes, tomas y  exhortaciones del tipo “es la lucha compañeros…”.
Esto no es sorprendente: cuando una organización entra en decadencia se suelen desatar amargas peleas donde las partes se recriminan su papel en el problema, y donde cada rata trata de capturar la maderita donde escapar del barco que se hunde.
Y esto le pasaba al presidente del banco central…claramente, estos obreros no veían al director como un amigo que desde esa posición podría allanar las dificultades, si no como una rata suertuda que se había apropiado de un bote grandote para ella sola.
Todo esto es causado por un sindicato disfuncional, que no puede manejar los conflictos y que ha renunciado a transformar la realidad para sólo…aguantar luchando.

- No sabemos del sistema productivo de la empresa ya que el reporteado no habla de ello, pero podemos inferir que no formaba parte de sus preocupaciones.
Ahora, al principio de la década de los noventa y aún más luego de la gran devaluación del 2002 la producción automotriz se había transformado y las autopartistas estaban transformando sus sistemas productivos arrastradas por las terminales automotrices. Quedaron dos grupos separados de autopartistas: las que abastecían principalmente al mercado de reposición, los repuesteros, y los fabricantes de equipamiento original. Los primeros, con sistemas productivos obsoletos, y los segundos con nuevas máquinas y procesos. Ejemplos de un ganador y un perdedor a cientos de metros de distancia entre sí: Wobron y Lear.
La industrialización de los noventas y del dos mil se hizo con el sacrificio de muchas empresas a las que el estado, mientras estaba activo firmando acuerdos en el Mercosur y dando exenciones impositivas a la industria automotriz, dejó a la intemperie pese a ocupar la mayor cantidad de mano de obra. 
La emergencia y caída de organizaciones durante las transformaciones tecnológicas pasa y seguirá pasando, pero la displicencia en atender las víctimas se podría haber evitado.
Es sorprendente que una persona del riñón decisorio del estado no haya podido encauzar a su empresa dentro del rumbo de los ganadores en esa transformación.
El problema narrado por Pignanelli es un ejemplo del estado disfuncional en su política del empleo y la producción. O sea, el problema no es ni la falta ni que sobre el estado, es la inopia del mismo lo que hace daño.

- Desconocemos la relación de Pignanelli con la dirección y la gerencia de la empresa, aparte de que su mujer era directora. Pero una necesidad de caja para pagar la quincena no es un asunto de la alta dirección de una empresa. Fíjense en el hecho que desde Basilea y por teléfono pudo pergeñar un plan de salvataje. Y fue el mismo plan que se habría usado tantas veces en el pasado que ya formaba parte del manual de operaciones no escrito y efectivo en la empresa.
En cualquier sistema organizativo mínimamente sofisticado hay un gerente de producción que estuvo informando de las necesidades de efectivo para pagar proveedores y personal, un gerente financiero que estuvo procurando los fondos, un gerente de ventas que estuvo proyectando un flujo de fondos, y otros empleados trabajando para que no sea necesario ni prudente que el dueño tenga que ser llamado de urgencia luego de su conferencia en Basilea. ¿Y si no lo encontraban que hacían?
Un alto director de una empresa cuando su carrera profesional sufre una transformación como la de ser nombrado presidente del banco central, debe entregar el bastón de mando a un sucesor y dejar a los gerentes a cargo del bote dándoles a cada uno un beso en la frente.
Este episodio nos habla de una empresa disfuncional, con un sistema organizativo deshilachado y sin capacidad de llevar adelante sus negocios.

- En cualquier problema es tentador encontrar una explicación sencilla aunque sólo sea lejanamente verosímil. Y si la explicación postula la existencia de una persona a quien echarle la culpa en la cara, tanto mejor. Por eso deseo recordar que éste no es el caso y que la figura de Pignanelli en el episodio es sólo accesoria: le pudo pasar a Henry Ford, a Alfred P. Sloan o a Kiichiro Toyoda si hubieran estado a cargo de la empresa.
Todo esto no le pasa a un iletrado que es titular de un emprendimiento menor en un lugar inhóspito. En una empresa con peso y trayectoria en el centro del entramado productivo de una región con fuerte tradición obrera un profesor universitario y miembro del cuerpo de mandarines opina que así son las cosas, que así también ocurren los terremotos y tifones y que, afortunadamente, posee capacidad para montar ese potro.

Este episodio no nos deja muy optimistas sobre nuestra capacidad de administración y de la política y sobre la profundidad y alcance de las transformaciones que exigirá vivir en una comunidad mejor. 

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