Nunca discuta con un tonto, los que miran pueden no notar la diferencia

domingo, 2 de noviembre de 2014

Contra Zenón
En el diario Perfil del 31/Octubre/2014, Zenón Biagosch escribe un artículo llamado  "Dilemas económicos de la despenalizacion de la droga"  que comentaré usando Comic Sans, ahora que se ha puesto de moda entre los garantistas, y copiando el texto. No quiero sacar cosas de contexto
 "El debate acerca de la despenalización de la tenencia de drogas prohibidas para consumo personal ha de ser abordado sin improvisaciones y desde una perspectiva integral. Posturas liberalizadoras fundamentadas en pseudoargumentos económicos, y creyendo que pueden poner fin a los narconegocios, no aportan a la seriedad que requiere esta discusión.
Despenalizar no es lo mismo que legalizar. Se despenaliza a las personas y se legalizan las sustancias. Legalizar una sustancia implica, en principio, despenalizar la tenencia para su uso personal, pero no por ello su desregulación. Por caso, el alcohol, el tabaco y los psicofármacos son sustancias legalizadas, pero reguladas.
En esa línea todas las experiencias de legalización, en particular del cannabis, nos demuestran que son severamente reguladas tanto en la cadena de la producción como en la comercialización, calidad, espacios para su consumo, registración de los consumidores, dosis administradas, etc.
¿Estará nuestro país en condiciones de aplicar y supervisar una regulación en tal sentido, más aún considerando que en países desarrollados las mismas son constantemente vulneradas?

Comentario: Nuestro país no está en condiciones de aplicar una regulación de consumo de Sustancias PsicoActivas (SPA en adelante), así como no está en condiciones de aplicar una regulación de prohibición o represión del consumo.
Padece nuestro estado fuertes limitaciones operativas, y adoptar políticas de cumplimiento imposible no ayuda nada.
Poner en entredicho la capacidad de controlar la venta sin mencionar la capacidad de controlar la prohibición no es muy justo.

Aspectos económicos: el mercado de las drogas presenta una situación que, del lado de la oferta, está muy alejado de las condiciones de libre competencia dada su alta concentración y falta de transparencia y, por el lado de la demanda, no existe la llamada soberanía del consumidor de tomar decisiones económicas para su propio bienestar.

Comentario: Por el lado de la oferta el mercado de las drogas es un típico mercado ilegal, donde la autoridad ha dejado de lado su capacidad regulatoria. A partir de casos de envenenamiento con Alcohol Metílico se implementaron una legislación y controles en la manufactura de bebidas alcohólicas. Este legislar en respuesta a problemas es correcto, ya que ahora no tememos quedar ciegos luego de tomarnos un Vodka. En cambio, prohibir el Malbec porque podría tener A. Metílico es inadecuado.

Por el lado de la demanda se esconde una hipótesis más peregrina: ¿De dónde saca el autor el concepto de que consumidor no es soberano? Sin duda cada consumidor conoce su deseo y no podemos asumir que otro ente en este mundo sepa más en esta materia. Es posible que adopte decisiones económicas que perjudiquen su bienestar aunque no es muy probable. Y como parte de su bienestar consiste entre otras cosas, en tomar decisiones, poder errar y hacerlo es inseparable.

Bajar barreras de entrada de nuevos oferentes al mercado podría generar mayor competencia y rebaja de costos y precios y lógicamente una fuerte suba de las cantidades demandadas derivadas del acceso a este mercado de nuevos consumidores.
Comentario: Esto sería de Perogrullo salvo que no reparemos en la petición de principios implícita: Si no hubiera prohibición aumentaría el consumo porque todos consumimos sin otro límite que el económico.
Estoy en desacuerdo con el autor y creo que el ejemplo de él mismo, con situación económica mejor que la media y no consumiendo PSA ilustra suficientemente el caso.

Se infiere entonces que el negocio de los narcotraficantes disminuiría, pero a costas de consecuencias sociales imposibles de cuantificar, en particular de la salud pública. Decimos se infiere, puesto que en este análisis no consideramos un mercado negro que tendrá más adictos y que, seguramente, abastecerá las cantidades demandadas que el mercado regulado no puede abastecer.
Entonces, ¿cuál es el sentido de aumentar –y mucho– el número de consumidores / adictos, carentes de voluntad? Si es sólo una supuesta disminución del negocio, los costos siguen siendo mayores que los beneficios. Se acaba pues el dilema económico, resultando necesario abordar el tema también desde otras perspectivas.

Comentario: El dilema económico está planteado incorrectamente:
Toda situación de mercado es muy compleja, con fuertes efectos de realimentación, sinergias y memoria. Sólo a efectos de modelizar definimos arbitrariamente los límites del negocio (externalizamos lo que deseamos que quede afuera) y asumimos beneficios de los agentes por sus preferencias reveladas.
En la situación actual de mercado prohibido la sociedad gasta recursos combatiendo la producción, distribución, comercialización  y, a veces, incluso el consumo haciendo que el mercado se encarezca favoreciendo a unos  jugadores y sacando del mercado a otros.
En una situación alternativa la sociedad gastaría recursos atendiendo al control de la cadena de comercialización, distribución y consumo, aunque cobrando por ello, y en la recuperación de adictos, probablemente en mayor cantidad que ahora. El mercado se haría más barato, favoreciendo algunos actores y dejando fuera del mercado a otros.
Para evaluar el resultado económico de la situación alternativa deberemos acordar los límites del mercado a estudiar y hacer experimentos. Cualquier afirmación alegre de causas y consecuencias en este caso es irresponsable y el autor no podría estimar un aumento de demanda dada una reducción de precio de venta, y mucho menos una evaluación del aumento de costos.  
   
Aspectos ético-morales: es obvio que el drogadependiente, al depender de una adicción, no es libre ni puede manejar su propia voluntad.
El consumo de drogas no es un ejercicio de la libertad. Pareciera entonces una utopía querer darle libertad para drogarse a quien, por principio general, depende de una adicción.
Comentario: Un alcohólico es aquel que toma más que su médico. Consumir PSA es un ejercicio de libertad, como comprar un caramelo en el kiosco o cruzar la calle. Quien las consume puede o no desarrollar una dependencia y puede o no morir de sobredosis, pero no toda compra de caramelos en el kiosco produce caries y obesidad, ni toda cruce de calle termina con el arrollamiento del peatón.  

Desde la dimensión moral drogarse es siempre ilícito por ser una renuncia injustificada e irracional a pensar, querer y obrar como persona libre. El juicio de ilicitud de la droga no es un dictamen de condena al drogado. La vía de recuperación no puede ser ni la de la culpabilidad ética ni la de la represión legal, sino impulsar sobre todo la rehabilitación.
La droga es contra la vida. El ser humano no tiene la potestad de perjudicarse a sí mismo y no puede ni debe jamás abdicar de la dignidad personal que le viene de Dios y menos aún tiene facultad de hacer pagar a otros por su elección.
Comentario: En este párrafo está el nudo del problema:
Quien es adicto a una PSA está en el mismo lugar moral que una persona obesa, adicta a la comida. En el mismo predicamento que un trabajador de tiempo completo, sea un gerente de alto rango o un novelista, adicto al trabajo y su adrenalina. Padece la misma pretendida limitación a su dignidad humana que un enamorado, adicto a las endorfinas que le provoca la persona de quien está enamorado.
El apartado, con su lógica escolástica, nos recuerda cosas como "Pues hay Dios que es todo bondad y existe el mal, es menester que haya un Malo de donde proviene este mal…" El autor está trasegando manuales de catequesis sin avisar.

Aspectos jurídico-institucionales: nuestros antecedentes legales muestran una posición alineada a los compromisos internacionales, los cuales son contrarios a la despenalización. Asimismo, existe jurisprudencia que reafirma la constitucionalidad de dichas normas sosteniendo que la incriminación de la tenencia de estupefacientes para consumo personal no se dirige a la represión del usuario, sino a reprimir el delito contra la salud pública, privilegiando el interés general de la sociedad sobre el interés particular del adicto, abarcando incluso la protección de valores morales, de la familia, de la sociedad, de la juventud y de la niñez.
Comentario: La biblioteca está dividida: Sólo a partir de la segunda mitad del siglo XX se impuso el criterio de penalizar las PSA. Hasta los treintas las PSA se vendían como cualquier otra droga farmacéutica y si bien había adictos no es que hubiera una epidemia de cocainómanos, salvo entre músicos y otros artistas que suelen ser una población con tendencia al consumo recreativo.
En los últimos años hay legislaciones en el mundo que, respecto a las PSA, aconsejan no hacer nada, otras que legislan la venta y otras que suministran PSA a los adictos.
Aceptar alegremente que los compromisos internacionales nos llevan a la no despenalización es una tontería: sería como ser abortista porque hay infinidad de países que permiten, que financian el tratamiento médico o incluso recomiendan el aborto.    

Si bien existen fallos que privilegian las acciones privadas amparadas por la Constitución, los mismos se fundamentan en que dichas acciones cumplieron con condiciones esenciales tales como la privacidad del acto, la no promoción del mismo, la no afectación a terceros, la no ofensa al orden y la moral públicos y la certeza de que la persona no forma parte de una red de comercialización. También, todos instan al Estado a tener adecuadas políticas asistenciales.
Cualquier modificación a la norma legal vigente implicaría renunciar a convenciones internacionales que hoy tienen rango constitucional. Asimismo, estaríamos privando al Estado de una herramienta esencial para poder aplicarle a un adicto una posible medida asistencial, objetivo primordial de nuestra legislación vigente. De su lectura integral se puede percibir a las claras que la intención de la misma está lejos de pretender penalizar a un adicto sino, por el contrario, dotar al Estado de herramientas que permitan aplicarle una medida curativa, educativa y de reinserción.
Comentario: El estado debería tener adecuadas políticas asistenciales. No las tiene, y gasta recursos persiguiendo los más bajos eslabones de la cadena comercializadora y capturando consumidores recreativos que superaron un arbitrario límite de posesión de x gramos.
Legalizando la producción, distribución y comercialización estaríamos como con los psicotrópicos (no hay una epidemia de consumo de Haloperidol), o como con el alcohol etílico o el tabaco.
Justamente es al revés: como estas actividades son ilegales y perseguidas no tenemos recetas archivadas que permitan hacer un seguimiento al adicto, no tenemos fabricantes registrados, por lo que desconocemos si hay aumento del consumo, o la efectividad de las políticas de desalentar el mismo. Tampoco hay  un ANMAT que legisle sobre la calidad mínima a cumplir, las concentraciones, y las condiciones de comercialización.

Aspectos sociales: un aumento generalizado del consumo traería consecuencias en diferentes niveles de la sociedad, debido a los efectos farmacológicos propios de este tipo de sustancias. Seguramente tendríamos más casos de bebés con malformaciones, muertes de fetos y recién nacidos y síndromes de abstinencia neonatal resultantes del consumo de drogas durante el embarazo.
Los niños presentarían daños en su desarrollo físico y mental, con las consecuentes alteraciones de conducta y de aprendizaje, situación que se agravaría en la adolescencia, provocando trastornos en la personalidad.
En la población adulta se profundizaría el ya vigente cuestionamiento acerca del desempeño de diversas tareas de responsabilidad bajo los efectos de drogas. Por caso, imagino que nadie querría viajar en un avión conducido por un piloto que está drogado. El riesgo a terceros es claro.
Comentario: No puedo estar más de acuerdo con el autor: hay que desalentar el consumo de PSA en embarazadas y de personas en puestos de responsabilidad, tales como el trabajo en bufetes de abogados, y regular el uso por los conductores de vehículos terrestres, aéreos o náuticos.
Claro que la prohibición de producción, distribución y comercialización de PSA no mejora ni empeora estos aspectos de salud pública o laboral.
Ahora bien, con independencia de lo expuesto, vemos esperanzados que la sociedad empieza a vislumbrar y tener conciencia de que el fenómeno de los narconegocios se erige como la principal amenaza a nuestro país. Incluso hasta importantes ámbitos del mundo empresario discuten ahora esta temática por entender que también afecta el orden económico y nuestro ambiente de negocios.
La máxima autoridad de nuestro Poder Judicial advirtió que este fenómeno ya está afectando el Estado de derecho. Esperamos que nuestra sociedad logre organizarse e impida que algún día nos termine gobernando.
Comentario: Mientras los miles de muertos eran una cosa que pasaba en Medellín o Ciudad Juárez podíamos hacernos los tontos. Ahora que tenemos cuatro kioscos de venta de PSA por manzana de Rosario ya no podemos. Es hora de darnos cuenta que hemos perjudicado la libertad individual en pos de un pretendido interés general. Hemos fallado en nuestro propósito de evitar la comercialización y ahora es el momento de recalcular las políticas públicas en la materia.     
Así como el autor trafica a San Agustín, yo también puedo traficar mi fundamentalismo favorito: La razón primera por la que legalizar la producción, distribución y comercialización de PSA es que la prohibición disminuye la libertad y bienestar de al menos una persona, sin mejorar el bienestar de nadie (salvo quizás de la policía antinarcóticas, para quienes propongo una reeducación y refuncionalización). Todos tenemos derecho a snifarnos la cabeza como nos plazca, y nadie tiene derecho a impedirlo. ¿Por qué?, se pregunta Zenón. Pues porque hemos sido hechos con libre albedrío, muchacho, y no es propio de los hombres tener un ángel volando por encima que nos evite un mal trago.

Luego podremos hacer consideraciones económicas que, como vimos, no son fáciles, consideraciones morales que exigen una mayor clarificación y acuerdo en el sistema de valores elegido y otras consideraciones jurídicas y aspectos sociales desde posiciones que no se abroguen una lectura justa del tema, excluyendo otros puntos de vista por improcedentes o malignos.

lunes, 10 de febrero de 2014

Donde se habla de los bancos, las autopartistas, los clusters de empresas y de otras muchas calamidades

Domingo 02 de febrero de 2014 | Publicado en edición impresa

Entrevista con Aldo Pignanelli: "Los políticos tienen que entender que la economía hace pagar los errores a largo plazo". El ex presidente del Banco Central cree que la crisis actual no es económica sino "de conducción y liderazgo" y que hablar de desestabilización es "la excusa del fracaso político"

Por Juan Pablo De Santis  | LA NACION

“–Los economistas se presentan en los medios como "pronosticadores" o bien "traductores" de situaciones complejas. ¿Se identifica con alguno de estos roles?

–Tengo una ventaja que no tienen otros economistas, soy peronista y conozco el razonamiento del movimiento y qué se piensa en los diferentes sectores. Mi característica es analizar la realidad económica a partir de mi experiencia política y el conocimiento científico de la economía. Además, llevo pagadas más de 1200 quincenas porque también fui industrial y sé lo que es manejar una empresa en crisis y lo que es la economía real. Trato de aprovechar mi condición de profesor universitario y bajar el lenguaje económico al común de la gente.

–¿Aprender a pagar sueldos es una ventaja para conducir la economía de un país?

–No soy tan taxativo, pero te puedo responder con una anécdota. A fines de 2002 tenía una empresa autopartista en Lanús con 120 obreros. Era una empresa familiar que tenía mi tío y mi esposa la terminó manejando. Una tarde estaba en Basilea (Suiza), donde di un discurso sobre la situación argentina, cuyos oyentes eran todos los representantes del G-20 y el FMI. Cuando terminé sonó el celular, atendí y mi mujer me dijo que tenía tomada la fábrica porque no podía pagar la quincena. Le dije que lleve autopartes a los repuesteros a Warnes, junte cheques a 90 o 120 días, y luego los descuente en una cueva para pagar a los muchachos. En ese momento era presidente del Banco Central. A veces los políticos hablan de producción, pero no se dan cuenta de lo que se sufre al tener una actividad empresarial pyme en países como la Argentina.”

La anécdota es simpática y para los que hemos estado cerca de pymes, muy verosímil. Así son las cosas en ese medio. Ahora, examinemos este árbol para tratar de entender el bosque:

- Una empresa autopartista en Lanús con 120 obreros no es un tallercito. Podemos estimar su facturación, más o menos arbitrariamente, en más de 2 millones de dólares anuales.
Si bien no sabemos la historia y trayectoria de esta empresa, sí sabemos que la industria autopartista nació principalmente con la industrialización de los sesentas y setentas justamente en el cordón industrial del que forma parte Lanús, y el hecho de que Aldo Pignanelli la herede de un tío nos sugiere que esa empresa tiene décadas de funcionamiento. No es una empresa aparecida con recientes lazos con los bancos y el sistema productivo. Más probable es que sea una vieja conocida, que sus gerentes tuteen a los gerentes del banco local, que tengan cuenta corriente en todos los proveedores del barrio, que sostengan a los periódicos y radios del barrio y cuyas altas paredes sean parte del paisaje urbano desde siempre.  
Los problemas de esta empresa no son porque se trata de un emprendimiento sin la escala o la trayectoria necesarias. Antes bien, si esta empresa tiene problemas… ¡agarrate Catalina…que vamos a galopiar!
Los clusters productivos o conglomerados de empresas se destacan por su capacidad de actuar coordinadamente ante problemas de coyuntura. El sistema productivo dentro del cual se inserta esta empresa no está funcionando bien. A los fines prácticos, es como si estuviera en el medio de la Patagonia, a cientos de km de la civilización
  
- Es inimaginable un sistema económico medianamente operativo en que los bancos no sean los proveedores de liquidez ante situaciones de emergencia. Pero no: la solución se encontró recurriendo a clientes, a los que tentaron con ofertas que degradaron la política de precios y la de flujo de stocks que hubiera habido y pidiendo favores que se terminarán pagando con una libra de carne. Como los proveedores prefirieron entregar cheques a dinero, digamos emitir moneda propia a entregar la escasa que tienen, hubo que recurrir a otro agente económico…las cuevas.
Las cuevas son bancos fuera del sistema financiero, que al margen de la ley y dentro de los agujeros de las regulaciones y los organismos de control ocupan su nicho vital. Como los prostíbulos o los desarmaderos de autos robados, nadie declara usar de sus servicios pero subsisten lindamente. Las comisiones que cobran estos agentes del sistema financiero son mucho mayores que las del sistema legalizado, de otro modo no tendrían razón económica para  existir.
O sea, la operación de “rescate” no fue barata: se perjudicó el flujo productivo futuro, se perjudicó la política de precios, se aumentó el costo financiero y haber llegado a ese punto aumentó la conflictividad futura con los obreros.
Todo esto es causado por un sistema financiero disfuncional. Y es un interesante detalle que la víctima sea quien tiene a su cargo la regulación de dicho sistema.

- La relación entre la empresa y parte de su personal no era precisamente “toyotista” (De qué just in time hablar cuando no pueden ni pagar la quincena a tiempo…) y nos recuerda a tantos episodios de piquetes, tomas y  exhortaciones del tipo “es la lucha compañeros…”.
Esto no es sorprendente: cuando una organización entra en decadencia se suelen desatar amargas peleas donde las partes se recriminan su papel en el problema, y donde cada rata trata de capturar la maderita donde escapar del barco que se hunde.
Y esto le pasaba al presidente del banco central…claramente, estos obreros no veían al director como un amigo que desde esa posición podría allanar las dificultades, si no como una rata suertuda que se había apropiado de un bote grandote para ella sola.
Todo esto es causado por un sindicato disfuncional, que no puede manejar los conflictos y que ha renunciado a transformar la realidad para sólo…aguantar luchando.

- No sabemos del sistema productivo de la empresa ya que el reporteado no habla de ello, pero podemos inferir que no formaba parte de sus preocupaciones.
Ahora, al principio de la década de los noventa y aún más luego de la gran devaluación del 2002 la producción automotriz se había transformado y las autopartistas estaban transformando sus sistemas productivos arrastradas por las terminales automotrices. Quedaron dos grupos separados de autopartistas: las que abastecían principalmente al mercado de reposición, los repuesteros, y los fabricantes de equipamiento original. Los primeros, con sistemas productivos obsoletos, y los segundos con nuevas máquinas y procesos. Ejemplos de un ganador y un perdedor a cientos de metros de distancia entre sí: Wobron y Lear.
La industrialización de los noventas y del dos mil se hizo con el sacrificio de muchas empresas a las que el estado, mientras estaba activo firmando acuerdos en el Mercosur y dando exenciones impositivas a la industria automotriz, dejó a la intemperie pese a ocupar la mayor cantidad de mano de obra. 
La emergencia y caída de organizaciones durante las transformaciones tecnológicas pasa y seguirá pasando, pero la displicencia en atender las víctimas se podría haber evitado.
Es sorprendente que una persona del riñón decisorio del estado no haya podido encauzar a su empresa dentro del rumbo de los ganadores en esa transformación.
El problema narrado por Pignanelli es un ejemplo del estado disfuncional en su política del empleo y la producción. O sea, el problema no es ni la falta ni que sobre el estado, es la inopia del mismo lo que hace daño.

- Desconocemos la relación de Pignanelli con la dirección y la gerencia de la empresa, aparte de que su mujer era directora. Pero una necesidad de caja para pagar la quincena no es un asunto de la alta dirección de una empresa. Fíjense en el hecho que desde Basilea y por teléfono pudo pergeñar un plan de salvataje. Y fue el mismo plan que se habría usado tantas veces en el pasado que ya formaba parte del manual de operaciones no escrito y efectivo en la empresa.
En cualquier sistema organizativo mínimamente sofisticado hay un gerente de producción que estuvo informando de las necesidades de efectivo para pagar proveedores y personal, un gerente financiero que estuvo procurando los fondos, un gerente de ventas que estuvo proyectando un flujo de fondos, y otros empleados trabajando para que no sea necesario ni prudente que el dueño tenga que ser llamado de urgencia luego de su conferencia en Basilea. ¿Y si no lo encontraban que hacían?
Un alto director de una empresa cuando su carrera profesional sufre una transformación como la de ser nombrado presidente del banco central, debe entregar el bastón de mando a un sucesor y dejar a los gerentes a cargo del bote dándoles a cada uno un beso en la frente.
Este episodio nos habla de una empresa disfuncional, con un sistema organizativo deshilachado y sin capacidad de llevar adelante sus negocios.

- En cualquier problema es tentador encontrar una explicación sencilla aunque sólo sea lejanamente verosímil. Y si la explicación postula la existencia de una persona a quien echarle la culpa en la cara, tanto mejor. Por eso deseo recordar que éste no es el caso y que la figura de Pignanelli en el episodio es sólo accesoria: le pudo pasar a Henry Ford, a Alfred P. Sloan o a Kiichiro Toyoda si hubieran estado a cargo de la empresa.
Todo esto no le pasa a un iletrado que es titular de un emprendimiento menor en un lugar inhóspito. En una empresa con peso y trayectoria en el centro del entramado productivo de una región con fuerte tradición obrera un profesor universitario y miembro del cuerpo de mandarines opina que así son las cosas, que así también ocurren los terremotos y tifones y que, afortunadamente, posee capacidad para montar ese potro.

Este episodio no nos deja muy optimistas sobre nuestra capacidad de administración y de la política y sobre la profundidad y alcance de las transformaciones que exigirá vivir en una comunidad mejor.