Nunca discuta con un tonto, los que miran pueden no notar la diferencia

lunes, 21 de febrero de 2011

Hay que matar al cocinero

Terminábamos de almorzar con HA, luego de una visita a clientes, cuando dijo con aire resignado, - Hay que matar al cocinero.

Sorprendido, lo miré levantando las cejas por arriba de unos imaginarios lentes de lectura y me explicó:

- Viste que la comida la trajeron rápido.
- Es cierto, ni nos acabamos los pancitos que ya estaba el plato servido.
- El postre ya tardó más.
- Hubo que llamarlo un par de veces para que levante el pedido, y luego se tardó lo suyo. – Asentí
- Ahora que estamos esperando la cuenta se tarda aun más. El mozo no nos está atendiendo a vos y a mí, está atendiendo al cocinero.
- Ah.
- Cuando pasa el pedido a la cocina, se pone a mirar el posa platos, y ni bien están los platos listos, tiene que entregarlos rápido, si no el cocinero lo reta…
- Para que nos atiendan rápido tenemos que matar al cocinero. – Concluyó.
- Nunca lo había visto así, - dije
- Pero es lo que vos y yo hacemos todo el tiempo…
- Vos y yo? Si somos vendedores…
- Son las 3 de la tarde y hasta la hora de salida podés hacer una de dos: llamar a algunos clientes, o hacer el informe sobre las ventas del cuatrimestre pasado que tu jefe te pidió urgente. ¿Qué hacés?
- Y, no sé…
- ¡El infome a tu jefe!, ¿o comés vidrio? Para poder atender a tu cliente, él debería matar a tu jefe.

En un post reciente, Miroslav Panciutti se preguntaba si era posible que un empleado público con estabilidad en su puesto atendiera con calidad a una persona que va a hacer un trámite.

Creo que la diferencia no pasa por la estabilidad del puesto. En USA hace muchos años era costumbre que el nuevo gobierno echara a todo el personal no amigo, o sea, que no había estabilidad. La atención de los burócratas no era famosa por su presteza y probidad. Antes bien, se hablaba de los empleados públicos como saqueadores del botín.

Pasa por cuan cercano es a la paga, real o simbólica, la atención al “cliente”. Si se lograra establecer una medida de desempeño, y que la paga, o los ascensos, o la foto de empleado del mes dependiera de ese desempeño, les aseguro que se mejoraría notablemente.

Pero es que, en realidad, la burocracia se imagina a sí misma como guardiana de algun ideal: está allí para asegurar que los derechos de propiedad no sean conculcados…,Para que la población reciba las vacunas que manda la ley …, Para que sólo las personas que cumplen los requisitos cobren su pensión…

Si le pagaran por escritura bien hecha que entrega, si le pagaran por vacuna administrada, si le dieran un bono de cada pensión otorgada, ya veríamos pasar a estos bravos servidores como exhalación a cumplir su cometido.

Como tantos otras casos, las apelaciones a la moralidad, o al sentido del deber, o incluso a la fibra patriótica sólo son una pobre excusa.

Pantallas que pretenden tapar que el problema está en los incentivos mal alineados con el interés público, cuando no en incentivos alienados con objetivos diferentes a los del público que se debe servir.

Me voy a tomar el café con leche y mediaslunas y vuelvo.
  

martes, 15 de febrero de 2011

¿Quién les dio el derecho?

Los documentos de identidad son un medio de registrar a la población. La correcta identificación promueve la aplicación de políticas específicas a cada persona.

Hasta allí , todo obvio.

¿Puede un documento de identidad tener duración?  Inicialmente, toda vez que no haya cambio en el sujeto, no debería.

Por ejemplo, si un ciudadano recibe un documento cuando nace, es razonable que la foto sea actualizada a lo largo de los años en que los cambios son importantes. Una vez que es más o menos adulto, este requerimiento cesa.

¿Porqué tienen, entonces, fecha de cese de validez, exigiendo su renovación el nuevo DNI, la cédula, el pasaporte?

La unica explicación que encuentro es que la renovación brinda la posibilidad de controlar a los ciudadanos en el acto de renovarlo. Explicación muy traida de los pelos, ya que los viven ilegalmente no hacen renovaciones de documentos. 


Pero ilustra cómo por la ineficacia de los organismos de control, pasamos a ser todos casi culpables, hasta que les demos la oportunidad de que verifiquen que no lo somos.

¿Y en qué nos afecta? De múltiples maneras: una persona cercana hace poco no pudo salir del país hacia Chile, porque solamente había llevado una cédula de la policía federal vencida.
Les recuerdo que con Chile existe la posibilidad de usar la cédula de la policía federal. En este caso el daño fue solamente una pelea del matrimonio, y que debieron cambiar el destino de las vacaciones de manera algo inesperada. Podemos imaginarnos mayores daños, resultado de peores circunstancias.


Las personas que trabajan afuera hacen renovaciones de pasaporte cada cinco años. Aún si no hubiera lucro cesante por trabajos que no puedan ser atendidos por este motivo, y otros mayores costos habituales en estos menesteres, el trámite lleva una mañana y esperar treinta y cinco días ¡hábiles! (dos meses, bah).

En definitiva, la explicación que queda es que los organismos encargados de la emisión de documentos se aseguran un flujo permanente de trabajo ad infinitum, aún si ningún argentinito decidiera salir de la panza de su mamá en este bendito suelo.