Nunca discuta con un tonto, los que miran pueden no notar la diferencia

martes, 9 de noviembre de 2010

Qué trabajos nos manda el Señor

En un estudio privado publicado por Ámbito Financiero se indica que en un muestreo de 3100 casos entre empleados el 82% está disconforme con su trabajo.

El 82 por ciento de los argentinos no es feliz con el empleo que tiene y la insatisfacción viene aumentando en forma paulatina en los últimos años.
Así surge de un sondeo realizado por Trabajando.com a 3.100 personas de entre 20 y 45 años, según el cual sólo al 18 por ciento de los encuestados le gusta su trabajo, algunos porque querían desempeñarse en eso, y otros simplemente porque les encanta lo que hacen.

Hace algunos años me asombró que los colegas alemanes de la empresa en la que trabajaba no consideraban que sus jefes fueran unos incompetentes o directamente malas personas. 

Les parecía bien que fueran sus jefes, ya que tenían méritos y hacían bien su trabajo.

El sentimiento unánime que encuentro en Argentina es que los jefes se merecen un motín, o que los echen.

El estudio que menciono parece confirmar esa sensación.

Es mi opinión que la validez estadística de un estudio del que sabemos tan poco es dudosa. 

Por ejemplo, nada sabemos de las intenciones del que pagó el estudio (¿deseaban convencer a sus clientes de la importancia del asesoramiento experto que ellos brindan?) ni del universo encuestado (qué empleos, en cuál tipo de empresas, que se dedican a tal actividad). Así que propongo tomarlo como una señal a estudiar.

Si las conclusiones a las que arriba fueran efectivamente el sentimiento de esa gente podría ser el caso de que estemos en problemas serios.

Serio porque ilustra la gran brecha entre los resultados que la sociedad obtiene y las expectativas que los agentes tienen. Todos (82%) hacemos en nuestro trabajo un esfuerzo desproporcionado con la paga, material o simbólica, que obtenemos.

Esto es ineficiente, ya que todos estamos haciendo cosas que no nos gustan, posiblemente desanimados y seguramente sin compromiso con los resultados.

Y es ineficaz, porque los resultados son peores que los que tendríamos  si hiciéramos aquellas cosas que haríamos aun si no nos pagaran para hacerlo.

Y es serio porque no parece ser un tema dentro de  la agenda pública. Y creo que debería ser parte de la misma. Consideremos que pasamos en nuestro trabajo más que un tercio del día, por lo que estar disconforme con nuestro trabajo es estar disconforme con una parte importante de nuestra vida. Y eso es la materia de la política, la vida de todos nosotros.

Es tentador y equivocado asumir rápidamente que esto pasa porque somos pobres, o desorganizados, o porque hemos sido ocupados por una casta de jefes malévolos.

En principio, no sabríamos que pasa.  

Pero como no está siendo discutido, tampoco sabemos si, en realidad, no significa nada. Todas las personas todo el tiempo desean hacer otra cosa que la que hacen. Que así es la angustia del deseo.

A mí me parece que esto debería ser estudiado con herramientas de la economía del comportamiento (Behavioral economics). Quizás ya fue estudiado, y algún lector amable nos ilustre con un par de referencias pertinentes.

Tengo la impresión que gran parte de la falta se satisfacción en el trabajo obedece a mal diseño de los puestos de trabajo, a cumplir determinados ritos que no añaden valor, a esperar que la satisfacción en el trabajo sea un subproducto de tener empleo.

Y que sería muy efectiva, en términos de la felicidad del pueblo, la eliminación de esas zancadillas, de esas trabas menores, y el diseño consciente de puestos de trabajos satisfactorios.   

8 comentarios:

  1. La palabra 'trabajo' provienen etimológicamente de 'tripalium', un instrumento de tortura en forma de silla de tres patas que se usaba en Roma para disciplinar a los esclavos. Si lo que haces te complace, además de permitirte mantenerte, no es trabajo, bajo dicha lógica no sólo semántica.

    Un saludo

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  2. Si, por eso le tengo desconfianza a la etimología.
    Habrá visto que es como la estadística, otra herramienta que permite afirmar cualquier cosa con base más sólida que las meras ganas.
    Aparte de la epistemología, a mi me gusta la definición de trabajo como actividad productiva. Algunos trabajos terminan con un producto vendible: una calle con la basura recogida, una ejecución de una pieza de Vivaldi, un escrito en el juzgado.
    Otros no: este blog es un buen ejemplo.

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  3. "y yo el trabajo se lo dejo todo al buey,
    porque el trabajo lo hizo Dios como castigo..."

    (son cubano)

    No solo es etimología, no solo, amigo

    Un saludo

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  4. Sorry, lo de la etimología estuvo un poco brutal...
    Tengo amigos que abusan de su posición dominante de haber estudiado Latín o Griego, para hacer decir lo que quieren a las palabras que conocemos y usamos. Algo así como: Decís mesa, pero en realidad las palabra que usás quiere decir establo en Latín (mesum, mesae, mesa...). ergo, no te invito a mi mesa porque sería una descortesía...

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  5. Creo que la insatisfacción local tiene bastante de inmadurez.
    De permanecer en posición demandante antes que proactiva.
    Nadie se sostiene demasiado tiempo en un lugar que no le corresponde, al menos en un espacio competitivo.
    Se suele confundir al jefe con el delegado gremial.

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  6. No somos vagos, quizá algo tímidos para el esjuerzo. Inodoro Pereyra.

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  7. También hay que reconocer, más allá de la cuestión etimológica, que nosotros, realimentando nuestras fuentes con el influjo moderno del italiano, usamos mucho el lunfardo "laburo", que proviene del latín "labor-laboris", trabajo. La palabra que refiere en forma directa al trabajo del esclavo es "servicio", y casualmente en las grandes ciudades, y con el fenómeno de la urbanización, crecientemente en todas partes,el sector servicios es el que concentra la gran mayor parte de los empleados.

    Es muy cierto lo que usted dice, estimado Chofer, acerca de la consideración del universo de empleados. Si la misma es suficientemente representativa. Yo no conozco muchos taxistas (casi ninguno, diría) que esté contento con su trabajo, por más que les permite cierta libertad horaria y de movimientos, y que en estos tiempos ganan bastante bien. No creo que haya muchos telemárketers y operadores de call centers que estén felices tampoco. Igualmente, acá en Argentina poco y nada se hace para integrar a los empleados, en generar estrategias de fidelización y esquemas organizacionales meritocráticos. Los bonus por productividad en seguida se consideran remunerativos, en una lógica protectiva de un siglo atrás, y entonces poco y nada se plasma en la práctica en una relación humanizada y singularizada. La planta dirigencial permanece como un mundo aparte respecto de los subordinados, y éstos, amparados por una regulación laboral que sanciona severamente los despidos, también quedan condenados a una medianía general. Si nadie o casi nadie puede ser despedido, tampoco nadie o casi nadie será reconocido.

    En fin, que el 82%, en alguna parte, se plasmó finalmente.

    Un cordial saludo.

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  8. Coincido con Mensajero, y vivo lidiando con ese karma: el jefe confundido con el delegado gremial. Gran apreciación.

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