Domingo 02 de febrero de 2014 | Publicado en edición impresa
Entrevista con Aldo Pignanelli: "Los políticos tienen
que entender que la economía hace pagar los errores a largo plazo". El ex
presidente del Banco Central cree que la crisis actual no es económica sino
"de conducción y liderazgo" y que hablar de desestabilización es
"la excusa del fracaso político"
Por Juan Pablo De Santis
| LA NACION
…
“–Los economistas se presentan en los medios como
"pronosticadores" o bien "traductores" de situaciones
complejas. ¿Se identifica con alguno de estos roles?
–Tengo una ventaja que no tienen otros economistas, soy
peronista y conozco el razonamiento del movimiento y qué se piensa en los
diferentes sectores. Mi característica es analizar la realidad económica a
partir de mi experiencia política y el conocimiento científico de la economía.
Además, llevo pagadas más de 1200 quincenas porque también fui industrial y sé
lo que es manejar una empresa en crisis y lo que es la economía real. Trato de
aprovechar mi condición de profesor universitario y bajar el lenguaje económico
al común de la gente.
–¿Aprender a pagar sueldos es una ventaja para conducir la
economía de un país?
–No soy tan taxativo, pero te puedo responder con una
anécdota. A fines de 2002 tenía una empresa autopartista en Lanús con 120
obreros. Era una empresa familiar que tenía mi tío y mi esposa la terminó
manejando. Una tarde estaba en Basilea (Suiza), donde di un discurso sobre la
situación argentina, cuyos oyentes eran todos los representantes del G-20 y el
FMI. Cuando terminé sonó el celular, atendí y mi mujer me dijo que tenía tomada
la fábrica porque no podía pagar la quincena. Le dije que lleve autopartes a
los repuesteros a Warnes, junte cheques a 90 o 120 días, y luego los descuente
en una cueva para pagar a los muchachos. En ese momento era presidente del
Banco Central. A veces los políticos hablan de producción, pero no se dan
cuenta de lo que se sufre al tener una actividad empresarial pyme en países
como la Argentina.”
La anécdota es simpática y para los que hemos estado cerca
de pymes, muy verosímil. Así son las cosas en ese medio. Ahora, examinemos este
árbol para tratar de entender el bosque:
- Una empresa autopartista en Lanús con 120 obreros no es un
tallercito. Podemos estimar su facturación, más o menos arbitrariamente, en más
de 2 millones de dólares anuales.
Si bien no sabemos la historia y trayectoria de esta
empresa, sí sabemos que la industria autopartista nació principalmente con la
industrialización de los sesentas y setentas justamente en el cordón industrial
del que forma parte Lanús, y el hecho de que Aldo Pignanelli la herede de un
tío nos sugiere que esa empresa tiene décadas de funcionamiento. No es una
empresa aparecida con recientes lazos con los bancos y el sistema productivo.
Más probable es que sea una vieja conocida, que sus gerentes tuteen a los
gerentes del banco local, que tengan cuenta corriente en todos los proveedores del
barrio, que sostengan a los periódicos y radios del barrio y cuyas altas
paredes sean parte del paisaje urbano desde siempre.
Los problemas de esta empresa no son porque se trata de un
emprendimiento sin la escala o la trayectoria necesarias. Antes bien, si esta
empresa tiene problemas… ¡agarrate Catalina…que vamos a galopiar!
Los clusters productivos o conglomerados de empresas se
destacan por su capacidad de actuar coordinadamente ante problemas de
coyuntura. El sistema productivo dentro del cual se inserta esta empresa no
está funcionando bien. A los fines prácticos, es como si estuviera en el medio
de la Patagonia, a cientos de km de la civilización
- Es inimaginable un sistema económico
medianamente operativo en que los bancos no sean los proveedores de liquidez
ante situaciones de emergencia. Pero no: la solución se encontró recurriendo a clientes, a los que tentaron con ofertas que degradaron la política de precios y la de flujo de stocks que hubiera habido y pidiendo favores que se terminarán
pagando con una libra de carne. Como los proveedores prefirieron entregar cheques
a dinero, digamos emitir moneda propia a entregar la escasa que tienen, hubo que
recurrir a otro agente económico…las cuevas.
Las cuevas son bancos fuera del sistema financiero, que al
margen de la ley y dentro de los agujeros de las regulaciones y los organismos
de control ocupan su nicho vital. Como los prostíbulos o los desarmaderos de
autos robados, nadie declara usar de sus servicios pero subsisten lindamente. Las
comisiones que cobran estos agentes del sistema financiero son mucho mayores
que las del sistema legalizado, de otro modo no tendrían razón económica
para existir.
O sea, la operación de “rescate” no fue barata: se perjudicó
el flujo productivo futuro, se perjudicó la política de precios, se aumentó el
costo financiero y haber llegado a ese punto aumentó la conflictividad futura con
los obreros.
Todo esto es causado por un sistema financiero disfuncional.
Y es un interesante detalle que la víctima sea quien tiene a su cargo la
regulación de dicho sistema.
- La relación entre la empresa y parte de su personal no era
precisamente “toyotista” (De qué just in time hablar cuando no pueden ni pagar
la quincena a tiempo…) y nos recuerda a tantos episodios de piquetes, tomas
y exhortaciones del tipo “es la lucha
compañeros…”.
Esto no es sorprendente: cuando una organización entra en
decadencia se suelen desatar amargas peleas donde las partes se recriminan su
papel en el problema, y donde cada rata trata de capturar la maderita donde
escapar del barco que se hunde.
Y esto le pasaba al presidente del banco central…claramente,
estos obreros no veían al director como un amigo que desde esa posición podría
allanar las dificultades, si no como una rata suertuda que se había apropiado
de un bote grandote para ella sola.
Todo esto es causado por un sindicato disfuncional, que no
puede manejar los conflictos y que ha renunciado a transformar la realidad para
sólo…aguantar luchando.
- No sabemos del sistema productivo de la empresa ya que el
reporteado no habla de ello, pero podemos inferir que no formaba parte de sus
preocupaciones.
Ahora, al principio de la década de los noventa y aún más
luego de la gran devaluación del 2002 la producción automotriz se había
transformado y las autopartistas estaban transformando sus sistemas productivos
arrastradas por las terminales automotrices. Quedaron dos grupos separados de
autopartistas: las que abastecían principalmente al mercado de reposición, los
repuesteros, y los fabricantes de equipamiento original. Los primeros, con
sistemas productivos obsoletos, y los segundos con nuevas máquinas y procesos. Ejemplos de un ganador y un perdedor a cientos de metros de distancia entre sí: Wobron y Lear.
La industrialización de los noventas y del dos mil se hizo
con el sacrificio de muchas empresas a las que el estado, mientras estaba activo
firmando acuerdos en el Mercosur y dando exenciones impositivas a la industria automotriz, dejó a la intemperie pese a ocupar la mayor cantidad de mano de obra.
La emergencia y caída de organizaciones durante las transformaciones
tecnológicas pasa y seguirá pasando, pero la displicencia en atender las
víctimas se podría haber evitado.
Es sorprendente que una persona del riñón decisorio del
estado no haya podido encauzar a su empresa dentro del rumbo de los ganadores en
esa transformación.
El problema narrado por Pignanelli es un ejemplo del estado
disfuncional en su política del empleo y la producción. O sea, el problema no
es ni la falta ni que sobre el estado, es la inopia del mismo lo que hace daño.
- Desconocemos la relación de Pignanelli con la dirección y
la gerencia de la empresa, aparte de que su mujer era directora. Pero una
necesidad de caja para pagar la quincena no es un asunto de la alta dirección
de una empresa. Fíjense en el hecho que desde Basilea y por teléfono pudo
pergeñar un plan de salvataje. Y fue el mismo plan que se habría usado tantas
veces en el pasado que ya formaba parte del manual de operaciones no escrito y efectivo
en la empresa.
En cualquier sistema organizativo mínimamente sofisticado
hay un gerente de producción que estuvo informando de las necesidades de
efectivo para pagar proveedores y personal, un gerente financiero que estuvo
procurando los fondos, un gerente de ventas que estuvo proyectando un flujo de
fondos, y otros empleados trabajando para que no sea necesario ni prudente que
el dueño tenga que ser llamado de urgencia luego de su conferencia en Basilea.
¿Y si no lo encontraban que hacían?
Un alto director de una empresa cuando su carrera profesional
sufre una transformación como la de ser nombrado presidente del banco central, debe
entregar el bastón de mando a un sucesor y dejar a los gerentes a cargo del
bote dándoles a cada uno un beso en la frente.
Este episodio nos habla de una empresa disfuncional, con un
sistema organizativo deshilachado y sin capacidad de llevar adelante sus
negocios.
- En cualquier problema es tentador encontrar una
explicación sencilla aunque sólo sea lejanamente verosímil. Y si la explicación
postula la existencia de una persona a quien echarle la culpa en la cara, tanto
mejor. Por eso deseo recordar que éste no es el caso y que la figura de
Pignanelli en el episodio es sólo accesoria: le pudo pasar a Henry Ford, a
Alfred P. Sloan o a Kiichiro Toyoda si hubieran estado a cargo de la empresa.
Todo esto no le pasa a un iletrado que es titular de un
emprendimiento menor en un lugar inhóspito. En una empresa con peso y
trayectoria en el centro del entramado productivo de una región con fuerte
tradición obrera un profesor universitario y miembro del cuerpo de mandarines
opina que así son las cosas, que así también ocurren los terremotos y tifones y
que, afortunadamente, posee capacidad para montar ese potro.
Este episodio no nos deja muy optimistas sobre nuestra
capacidad de administración y de la política y sobre la profundidad y alcance de
las transformaciones que exigirá vivir en una comunidad mejor.