Nunca un poema es lo que su autor creyó, como dijo Girri.
Esta mañana escuché esta canción, de casualidad, y sentí que este juego entre el bricolage y la psicodelia nos decía a varios algo interesante en este día donde mucha gente está tapando un agujero por donde entra la lluvia.
I'm fixing a hole where the rain gets in
And stops my mind from wandering
Where will it go
I'm filling the cracks that ran through the door
And kept my mind from wandering
Where will it go
And it really doesn't matter if I'm wrong
I'm right
Where I belong I'm right
Where I belong.
See the people standing there who disagree and never win
And wonder why they don't get in my door.
I'm painting my room in the colourful way
And when my mind is wandering
There I will go.
And it really doesn't matter if
I'm wrong I'm right
Where I belong I'm right
Where I belong.
Silly people run around they worry me
And never ask me why they don't get past my door.
I'm taking the time for a number of things
That weren't important yesterday
And I still go.
I'm fixing a hole where the rain gets in
And stops my mind from wandering
Where it will go.
Para aquellos que llegaron después: esto fue escrito en el '67 por
Leia en un articulo de Rosendo Fraga“Desde 1983 es claro que cuando en Argentina un gobierno pierde el control de la calle,pierde el poder.Sucedió con Alfonsín, De la Rúa, Rodríguez Saá y Duhalde, en situaciones diferentes. Hoy Moyano es una alianza clave para controlar la calle. El problema es que ahora, esa misma capacidad es la que ha producido una crisis política con costo para el Gobierno.”
No es cierto, es errado. Y nos lleva a conclusiones aún peores.
A Alfonsín le hizo perder el poder la apuesta de adelantar las elecciones. Una vez perdidas, era un pato rengo adelantado, donde lo único que podía hacer era pasarle el bastón al ganador. Antes de esto tuvo varios episodios de “perder la calle”, sin mayores contratiempos, salvo que cada uno reflejaba que se le iba esmerilando el poder.
A De la Rúa, le hizo perder el poder la negativa del FMI a extenderle dinero. Un grupo de barones del conurbano mandando a los marginales a hacer lío a la plaza, usando a la policía de la provincia como incendiaria, añadió muertos y dramatismo. Pero si no hubiera estado cierta parte del establishment convencido de que se podía hacer la gran Remes Lenicov, que finalmente se hizo (¿se acuerdan de De Mendiguren hablando por TV del daño que producían que entraran latas de tomate de Malasia?) hubiera seguido un buen tiempo.
A Rodríguez Saa lo hizo caer el hecho de que no podía pararse. Su relato de que lo gobernadores que lo habían elegido no fueron a Chapadmalal a una reunión por él solicitada es ilustrativa de la clase de poder que gozaba. No resistía ni un problema de agenda.
Decir que lo hicieron caer unos cacerolazos o unas asambleas barriales es ignorar el hecho de que esos “agentes sociales de cambio” se esfumaron inmediatamente, entregando todo su supuesto poder a cambio de nada.
A Duhalde no lo hizo caer nadie. Era evidente que no podía llevar adelante el país que había pedido gobernar. Una vez hecha mal y pronto la salida de la convertibilidad, se había terminado su ciclo. Elijió irse sn que lo echen, quizas planeando volver sin que lo llamen.
“Piloto de tormentas por él creadas”, como lo llama Asís, era evidente que no era el líder querido por el pueblo. Ni ganaría una elección, ni sería más querido en el futuro. ¿Recuerdan cómo fue que terminó eligiendo a N. Kirchner?. Luego de que uno tras otro los elegibles declinaran el presente griego, terminó ofreciendo el fardo al ignoto gobernador de una provincia chica y alejada. No es esta la imagen de un gobernante que nombra a su sucesor.
El episodio de Kostecki y Santillán, inútil y fuera de cuadro, tan sólo mostró que “la mejor policía” podía volver a darle los disgustos que le dio con Cabezas. Pero los resultados de su gira por Europa fueron francamente destituyentes.
Esta arbitraria pasada por la historia reciente fue solamente para recordar que el poder no está en las calles. Por mucho que la toma de bastilla sea el mito fundacional de ciertos grupos políticos, ningún político con aspiraciones reales o agente de poder espera nada ni confía en la turba vocinglera.
La lucha, mis queridos amigos, no consiste en la toma de sitios. De ningún sitio, ni la Plaza de Mayo, ni la tumba de Perón en San Vicente, ni del costado del General sosteniendo el paraguas.
1 - El otro día lo escuchaba a Dustin Hoffman, en un reportaje que le hacían en “Desde el Actor´s Studio”. En cierto momento recordó a un cafishio que había visto recientemente en la calle, de quien comprendió que era como Ratso, pero a quien las cosas le salieron bien.
Recordemos que Ratso, su personaje en “Perdidos en la Noche”, se muere en un ómnibus que va camino a Florida, al paraíso soleado de USA.
Al contar el encuentro se emocionó y tuvo que contener un sollozo. Ante el embarazo que produce ver a un señor mayor llorar contó al público, jóvenes alumnos de teatro, que eso de llorar es cosa que les pasa a los viejos. Y que ya les iba a pasar cuando llegaran a su edad.
2 – Miraba en un video al Dalai Lama dar una enseñanza sobre la Bodhicchita. Explicaba qué era este asunto sentado, con voz grave, en tibetano.
En cierto momento el concepto del que hablaba lo emocionó. Paró su charla, se sacó los anteojos y ocultó su cara con las manos. Dió un par de sollozos, sacó un pañuelo de un bolsillo, se secó los ojos, hizo una leve sonrisa y siguió su charla.
Ver a un maestro de la Iglesia sollozando en público me asombró mucho más que ver a un actor hacerlo. Pero no sé porqué, ya que un actor maneja la emoción ajena sin meter mucho de la propia.
3 – No me estoy volviendo joven. Y pasa que me emociono con tonterías. Que mi hermano esté lejos de esta primavera o una canción de Lito Nebbia mencionada en un comentario a un blog.